DEBES DECIDIR QUÉ VA PRIMERO PARA TI:
¿LA EMPRESA O LA FAMILIA?
De lo contrario, quedarás mal con ambas. Es solo cuestión de tiempo…
Uno de los dilemas más difíciles y frecuentes en las empresas familiares es decidir qué debe tener prioridad: ¿la familia o la empresa?
Lo digo con conocimiento de causa. A lo largo de los años he visto cómo, movidos por el amor, la ilusión de legado o la esperanza de una sucesión natural, muchos empresarios insertan a sus familiares en posiciones de alta jerarquía, aunque no cuenten con las capacidades ni la voluntad necesarias para conducir a la empresa hacia el éxito.
Pero la realidad es que, conforme la empresa crece, esta comienza a demandar cada vez más recursos: financieros, organizacionales, estratégicos y operativos. Y lo hace sin tregua, sin esperar a que los perfiles se desarrollen ni adaptarse a la curva de aprendizaje de nadie.
Y entonces ocurre lo inevitable:
La falta de preparación o liderazgo de algunos familiares choca de frente con las exigencias naturales del negocio… y esa colisión, tarde o temprano, estalla sobre el escritorio del fundador, propietario o director general.
Ahí está el dilema:
Tienes a un familiar que estudió en buenas escuelas, que está en edad de formar una familia, y que espera de la empresa un ingreso generoso y prestaciones ejecutivas.
Pero también tienes a una empresa que necesita líderes capaces de diseñar y ejecutar estrategias, generar flujo operativo, mantener inventarios sanos y evitar una cultura de urgencias, errores y retrabajos.
Y ambas necesidades no siempre son compatibles.
Como consejero, he aprendido que las familias que priorizan a la empresa sobre la familia —sin dejar de apoyarla, pero con reglas claras— son las que logran crecer de forma sostenible, asegurar su permanencia en el mercado y generar verdadero bienestar.
¿La clave? Muchos de estos propietarios han encontrado maneras de respaldar a sus familiares económicamente sin incorporarlos directamente al negocio. Eso les permite mantener la exigencia profesional dentro de la empresa y proteger la armonía familiar fuera de ella.
Sé objetivo con tus decisiones
Tu rol como propietario es ser objetivo sobre las capacidades de tus familiares.
Si tienen el perfil y las competencias que la empresa necesita, enhorabuena: son un activo invaluable.
Pero si no, es mejor ayudarlos a encontrar su propio camino, fuera de la empresa, sin comprometer la viabilidad de un proyecto que quizás tomó décadas construir.
Recuerda: si no decides a tiempo qué va primero, terminarás decepcionando a ambos lados.